Zambia

Esta vez, mi forma de contar lo que ha sido cruzar este país, va a ser compartiendo con ustedes trozos de el cuaderno de viaje que aun continúo rellenando con experiencias y pensamientos. Ahí van unos trozos:

“Un placer están siendo estas paraditas en el nuevo país al que recién llegamos. La interacción con la gente es buena, buena gente que te dejan tranquila, que emanan armonía y que se saludan de un modo curioso: flexionan las rodillas un poquito haciéndose descender, al tiempo que chocan la mano de tres formas diferentes, parece como si bailaran un vals.
Saludos, sonrisas y…. nadie pide, es más por primera en lo que llevamos recorrido en el continente, ha sucedido que en algunos momentos nos han ofrecido ayuda.

Hoy el día nos hizo un regalo, casi no había pueblitos en todo lo que cruzamos pero, en la tarde, antes de parar, aparecieron a la derecha de la carretera, en una curva, cuatro chozas en las que unas cuantas mujeres vendían bananas. Estar allí ha sido todo un honor, o así lo sentíamos mientras observábamos sentados entre ellas su tranquiiiilo estar. Sentadas en el suelo aquí y allá, con los más pequeños colgando o echados sobre sus piernas.
Una mujer mayor hablaba sin dirigirse a nadie sentada a un lado con dos niñas junto a ella, parecía hablar sola, pero nos percatamos de que no era así, es más, todas escuchaban cada una desde su quehacer. Otras comian «enzima» (una masa de harina de maiz mezclada con agua y cocida, que es el plato principal de casi todos estos paises de la costa este africana). Bello, bellas…. ¡¡gracias a la vida por momentos como éste!!.”
“…voy a tope, pedaleo a un ritmo más alto del habitual. El viento a favor nos ayuda hoy a poger ir más rápido y lo que esa velocidad nos provoca es, entusiasmo.
El ir rápido me emociona y me hace pedalear más fuerte e ir más rápido, y éste círculo vicioso me enreda y enreda haciéndo olvidar la sensacion de dolor-quemadura de las piernas dándolo todo.
Sucede de nuevo lo que aquí llega a ser rutina, los hombres, al ver a una mujer, se pican. Da igual la edad, en ese sentido todos son adolescentes, tengo la sensación de que aquí, en lo referente a cuestiones de ego, la mayoría no superaron nunca la «edad del pavo».
La cosa suele sudecer así: van a su ritmo que es leeeentiiiito, de paseo vaya. Me ven pasar a su lado adelantándolos y empiezan a acelerar, a darle más y más, a dejarse la piel literalmente (pues hay que ser consciente de que ellos no llevan sistema de cambios y si los llevan, nunca funcionan, por lo que les cuesta tres veces más que a mí el avanzar sobre todo, si la carretera se pone cuesta arriba) y así, dándolo todo se van acercando hasta adelantarme. Lo chistoso, es que al pasar a mi altura hacen como si no me vieran, como si fuera casual el adelantamiento, estirando la espalda, corrigiendo la postura aparentando «a mi no me cuesta nada», «no es para mi un esfuerzo ir a ésta velocidad». Pasan a mi lado mirando para otro lugar como distraidos y relajados pero, las gotas de sudor chorreandoles por la cara no las pueden ocultar, ni la respiración fuerte y cansina, o los jadeos que venía pegando hasta metro y medio detrás de mí.
Una vez han pasado, a menudo no pueden mantener el ritmo debido al esfuerzo echo y es curioso, pero sucede la mayor parte de las veces que,»casualmente» paran para subirse el pantalón, mirar la bici como si hubieran tenido un problema o a hacer cualquier cosa, algo, que obviamente es recuperar el aliento, pero eso no lo pueden dejar ver. Por supuesto, atrás quedan y ya no les vuelvo a ver más.”

“Lo que todo el mundo avisaba como un país llano, resultó estar lleno de cuestas y es que ésto es habitual, a la gente le gusta decir si la carretera es llana o cuesta arriba y uno lo cree pero, no hay que olvidar una realidad y es que ellos, viajan en coche o en bus: la mitad del tiempo duermen, y de la otra mitad, una buena parte comen o miran a los que les rodean en el interior del vehículo por lo que…poco queda para fijarse en lo que hay fuera, si lo hacen, miran por supuesto el paisaje. Con esa limitadísima percepción de la carretera, es con la que nos pretenden informar. Bueno ejem, ejem….dejémoslo estar.”

“La carretera, con ese estilo «sin acabar» que en Zambia prevalece, a veces recordaba más a una pista que al asfalto. Aún así volamos (o esa era mi sensación mientras pedaleaba fuerte, pa’lante y pa’rriba) gracias a éste viento que nos sigue soplando detrás de las orejas, ayudándonos en el impulso de continuar. De repente suaaaaave asfalto, lo que indica que se avecinaba la ciudad. Farolas y grandes, grandísimos carteles anunciando cosas y mas cosas: comprar, ser, tener y por supuesto siempre de «usar y tirar» pues ese es el secreto para que “la máquina” siga funcionando.

De nuevo en la ciudad. Más de lo mismo: ciudadanos.
Ciudadanos que miran de reojo, que juzgan, enjuician y castigan todo lo que se sale de «lo que debe ser», todo lo que es diferente. Sucede siempre en todas las ciudades, y a mí me salen de dentro unas cuántas preguntas… ¿quién les dijo como y qué “debía” ser?, ¿quién es el que diseña eso que todos persiguen? y…. ¿porqué todos persiguen lo que uno diseñó?. ¿Dónde están sus propios sueños?, ¿es que…. de tanto mirar anuncios, revistas, escaparates dejaron de soñar?, ¿qué pasó?…. y algo más ¿porqué no miran a mis ojos sino a la marca de mis zapatillas?.

De nuevo en la ciudad. Otra ciudad. Mas de lo mismo: seres civilizados, cargados de cosas, adornados, ropas, pinturas, joyas, pero….¿ y dentro?…¿serán tan brillantes como sus relojes?, ¿serán tan impolutos como sus ropas?, me pregunto mientras observo sus miradas a mis sucios y viejos pantalones rotos, que les hacen despertar por un momento, de esa hipnosis en que parecen estar sumergidos. Escandalizados por la visión de una blanca en tales condiciones, abren un poco más lo ojos y arrugan el gesto demostrando su desagrado, mientras comentan entre ellos algo, que prefiero ni escuchar, ni entender.”
“Victoria Falls….las cataratas Victoria….
Agua que desciende suave por el rio Zambezi, y que se abre en una especie de enorme pantano que de repente, se precipita en caida libre por unos 200 metros en vertical, hasta chocar con las rocas, o con el mismo agua, que abajo, tras el movimiento por el impacto, vuelve pronto a quedar mansa avanzando de nuevo, convertida en línea divisoria entre estos dos países que en este punto se encuentran.”
«Livingstone backpakers» ….aún estamos aquí….Una guest house, un lugar en que hemos encontrado nuestro perfecto rinconcito para descansar. El primer descanso largo desde que salimos de Nepal y es que…. ya era hora.

La escalada de la tarde es un excitante reto, una dedicación en la que ambos nos vemos mejorar y crecer a medida que pasan los días (Aitor la recuerda, yo la aprendo). La piscina, los baños de sol, el jacuzzi cuando funciona y, poder cocinar diferente en una cocina incluso con horno. Y lo mejor, todo por 5 dólares al día por los dos.

Un descanso de nuestras rutinas que de tan arraigadas se van “endureciendo”. Un descanso de las limitaciones que viajar así supone y un descubrimiento: lo que mas nos está haciendo descansar es el no haber decidido la fecha en que salimos….tan solo estar.
Estar sin demasiado que hacer, sin nada organizado, sin prisas (propias ni ajenas), realmente: un descanso.