«Que tus pies tengan salud» sería la traducción exacta de la frase con la que en turco uno despide al que se va.
-Que tengan salud- nos decía nuestro amigo- para poder volver.
De nuevo nos hemos dedicado a tomar pequeñas y solitarias carreteras como alternativa a las nacionales y así ha sido que nos hemos encontrado cruzando puertos de montaña por caminos de tierra, atravesando la media montaña por vías de tractor y es que, la gente te indica los caminos que ellos usan pero, parecen no darse cuenta de un detalle: vamos en bici y, un añadido; éstas pesan un quintal. No se dan cuenta de que nuestro pedal no es como el suyo que los pone de 0 a 100km/h en minuto y medio: el nuestro funciona a base de ganas, se nutre de nuestro sudor, lo impulsa la motivación y la paciencia lo hace mantenerse en moviento. Al no entender esto, sucede que con su mejor intención te envian por senderos tortuosos pero, finalmente son esos mismos los que te llevan a cruzar las montañas por solitarios y bellos parajes en los que descansar y alimentar todas esas fuerzas y ganas. Es un dar y tomar lo que mantiene éste círculo girando.
Salimos en el mismo corazón de Turquía después de haber echo una escapada al norte para conseguir la visa Iraní que finalmente fué mucho más facil de lo esperado. La Capadoccia fué otro de esos regalos que el camino te dá como vuelta por haberlo recorrido y que te deja con la boca abierta y sin palabras para describir un lugar único como éste en que la belleza natural lo supera todo. Literalmente, sin palabras y, al no tenerlas os trasmito de ella simplemente la recomendación de visitarla y empaparos por vosotros mismos de este lugar.
El camino desde esa Capadoccia hasta estas tierras kurdas, se ha echo duro debido a tanto puerto, tanta montaña y kms cuesta arriba y es que, en estos 7 días de constante pedaleo sin apenas descanso alguno, hemos pasado de las alturas a unos 1500m, dónde el trigo aún está verde al marrón amarillento que ya tiene por aqui abajo a unos 300m. En los últimos 2 días de pedaleo, despues de atravesar toda la cadena montañosa hemos pasado de la primavera al más puro y caliente verano del desierto, así de golpe y porrazo.
El paisaje a cambiado a mucho más seco incluso desértico, las tierras ya no son tan abundantes y los únicos cultivos son los ajos, algo de trigo y los pistachos. Tierra arenosa, gentes más pobres, vacas más flacas… este sur que, de nuevo trae el calor , la pobreza pero también la simpatía y el espíritu abierto de estas gentes que hemos seguido encontrando en nuestro avanzar.
Aitor es mucho más fuerte, no ya en resistencia física sino mental y ha llevado bien todo este tramo pero a mí, la suma de los dias y kms acumulados en las piernas sin descanso, los puertos y las pistas de tierra, el sube y baja machacón y sobre todo el calor que nos cayó encima como una enorme losa aplastante…. me hizo llegar más que cansada, me hizo llegar exhausta a Sanliurfa y replantearme todo, incluso mi propia cordura.
Es en esos momentos en que la situación se pone extrema en los que uno descubre más de si mismo y aunque duro, es interesante saber hasta dónde das, hasta dónde llegas y cómo. El echo de haber pasado por ello hace que ahora, recordándolo disfrute más del escribiros desde esta mística y pequeña placita rodeada de arcos dónde, la sombra de los árboles y algunas lonas colgadas de lado a lado nos protegen a todos y , el viento fresco nos hace olvidar que ahí fuera están las tierras semidesérticas ardiendo de calor. El dulce olor a sisha, el sonido de las fichas con las que los viejitos juegan la partida de algo parecido al domino, las alfrombras colgando de los muros….. Este ha sido el regalo y lo que ha echo a la balanza volver a inclinarse hacia el «merece la pena»: llegar a Urfa.
Urfa, o Sanliurfa, el primer lugar desde que salimos en que nos sentimos a cada momento transportados en el tiempo y, no sólo en el espacio. Urfa, la «ciudad de los profetas». Por aquí pasaron Jesús y muchos otros, también aqui nació y murió Abraham (el profeta que judios, cristianos y musulmanes comparten). Hay restos de antiguas civilizaciones que datan de casi 12.000 años de antiguedad.
Un lugar en que cada estrecho callejón, cada esquina de los interminables bazares te deparan una increible visión, una sorpresa nueva….
..hombres de elegantes turbantes y pantalones kurdos de esos de la entrepierna hasta la rodilla, mujeres tapadas con telas de brillantes lentejuelas y colores, sidecars pintados a mano, barberias centenarias que son centros sociales al igual que los hornos de pan los cuales, son usados también para asar a cambio de unas monedas lo que quiera que les lleves en una bandeja, especias coloridas, sacos de frutos secos, ojos oscuros y claros se miran mezclándose en estas místicas tierras que nos han traido comienzos: el del duro calor desértico, el del Kurdistán, el de esta nueva cultura que nos abre el apetito a seguir saboreando aunque entre cucharada y cucharada el ácido o el amargo aparezcan, pero el poder sumergirse en estos mágicos y únicos lugares sigue inclinando la balanza al :
«merece la pena».