La guinda del pastel, el gran final de este recorrido por los estados del noreste de India fue como no podía ser de otro modo: algo grande.
Llegamos sin saberlo en el momento perfecto al lugar adecuado para presenciar el «Festival de la plantación de la Semilla», según nos acercábamos a Ukhrul y mientras tomábamos un té en una pequeña chocita de madera al borde de la carretera, la sonriente y dulce mujer nos contaba en un inglés sorprendentemente bueno, lo que al día siguiente se celebraba: «Una vez al año se reúnen gentes que vienen de todos los estados, incluso del país vecino (Myanmar) y que representan a cada una de las tribus que forman la comunidad Naga. Hemos sido divididos por fronteras y burocracia, pero seguimos siendo una comunidad y este festival se creó en el intento de que ese sentimiento no se pierda. Es un festival de los Naga y para los Naga»- nos decía – «os podéis sentir afortunados pues va a ser algo difícil de olvidar.»
Y así fue.
Un inesperado cocktail de gentes y tradiciones con una variedad tal que no dábamos crédito a tanta riqueza cultural, por más que lo teníamos ante nuestros ojos.
Todos estos estados del noreste de India nos han asombrado por lo extraordinario de sus gentes y rincones, por su abundante diversidad por lo que ha sido imposible hablar de ellos como un «todo», y decidimos dedicar una entrada del blog a cada uno.
Mucho que contar, que recordar y compartir de cada estado.
En el último de ellos, Manipur, tan sólo pedaleamos 300kms, pocos para hablar de él como si de algo conocido se tratase. Con una pasada tan superflua uno puede retener imágenes, saborear momentos pero… no da para apenas enterarse de nada. Lo que sí, es que nos trajo la dicha de pedalear de nuevo en el llano.
¡¡Cuánto tiempo sin rodar tan suave y sencillo!! cuánto sin que la inercia nos hiciera avanzar sin darle a las piernas, así, como por arte de magia, sin apenas esfuerzo alguno. Pedaleando en el llano, olvidábamos incluso el peso de las alforjas.
Tan corto el tiempo en Manipur que hemos decidido contaros en este post algo diferente esta vez.
Queremos compartir con vosotr@s palabras, las que aparecieron en esos encuentros en la noche junto a un fuego, las que surgieron alrededor de una mesa bebiendo una taza de té en una parada durante las horas de pedaleo, palabras que nos susurraron o que nos gritaron, unas pocas de esas que por algún motivo han quedado grabadas en nuestra memoria.
Han sido muchas las noches y días que hemos pasado con los misioneros católicos. Comunidades en las que comida, sonrisas, ducha y cama nunca, jamás son negadas a quienes pasan pidiendo cobijo.
Son muchas las historias que os podriamos contar, interesantes las conversaciones, pero las palabras del padre en la escuela de Ukhul nos resultaron aún más dulces que los pasteles que comíamos mientras charlábamos alrededor de la vieja y redonda mesa camilla:
«La religión es algo que me convierte en mejor ser humano. Para mí, un cristiano es aquel que intenta ser mejor persona cada día. No digo que lo consiga pero si que es aquel que aunque falle, la siguiente vez, vuelva a intentarlo de nuevo.»
(Un cartel al borde de la carretera que dice así: «Deja EXISTIR y comienza a VIVIR.»)
Un muchacho de vida humilde y tranquila, nos invitaba a dormir esa noche en su casa tras encontrarnos en su pequeña aldea, en la tarde, mientras buscábamos una tiendita donde poder conseguir algo de arroz para la cena.
Esa noche y en la sencilla y tradicional cocina, sentados alrededor del fuego hablamos de muchas cosas del mundo y de nosotros, de sentimientos y de sueños, también de algo que creemos os puede resultar curioso: la situación en relacción al empleo en Nagaland y en toda India.
Ya habíamos oído a otras gentes de otros estados contar exactamente lo mismo, pero este muchacho lo explicó en un tono tan claro y sencillo que no nos podemos resistir a compartíroslo:
-«Aquí casi podemos decir que no existe el trabajo privado.- nos decía-. La gente no tiene dinero y por lo tanto no pueden crear su propio negocio y mucho menos montar una compañía o algo parecido.
Nosotros hemos vivido siempre sin usar apenas el dinero, la tierra lo da casi todo y para vivir, basta con trabajarla.
Si lo que quieres es tener un trabajo para conseguir dinero, entonces la única opción real es conseguir un puesto de funcionario pero… ¿sabéis cómo se consigue aquí un puesto del gobierno?.»
(Aunque ya habíamos oído por otros lo que nos iba a contar, nos hicimos los tontos con la intención de volver a escucharlo por alguien de otro estado, por alguien que no tenía nada que ver con quienes ya nos lo habían dicho, para de algún modo, saber y reconfirmar si ésta es una realidad que se da en toda India).
-«Esos trabajos se compran. Si como suena, esos trabajos cuestan dinero, tienen un precio.»
-«Pero… ¿cómo se le puede poner precio a un puesto de trabajo?»- preguntó Aitor aprovechando la pausa – «¿quién decide cuánto vale?.»
-«Es muy fácil»- contestó al tiempo que le salía una risa sarcástica con un claro toque de indignación- «Todo depende del dinero que conseguirás de tu trabajo, si, lo que se llama «dinero extra». Lo que quiero decir es que, como aquí todo se compra (desde el permiso de conducir, al título universitario, incluso en ciertas áreas de India compras a tu propia esposa) una vez en tu puesto de trabajo, otros vendrán a comprar tus favores y en relación a lo que mensualmente te puedas sacar con esos extras, se calcula lo que vale el puesto. Así es como funciona, es triste pero es la realidad que además os puedo asegurar, se da en toda India.»
Los estados del noreste han sido ricos en encuentros, en momentos, en gentes, en palabras ….demasiadas para ser contadas todas….
Y la última historia para compartir, un momento simpático en ruta:
Andábamos pedaleando a la par en la carretera (cosa que no sucede a menudo debido a la diferencia de ritmos entre nosotros, que nos lleva por lo común, a ir separados desde unos cientos de metros a algún kilómetro incluso) cuando un pequeño hombre con su vieja bicicleta se puso a nuestra altura de repente.
Estábamos cruzando el estado de Assam, totalmente llano en el que mucha gente se mueve en bicicleta, la carretera estaba vacía porque justo ese día había convocada una huelga general (algo común en estos estados del noreste los cuales, en muchos aspectos, han sido dejados de lado y olvidados por la «gran India»).
Ocupamos los tres, por completo el carril en línea, avanzando entre la suave niebla mañanera que parecía no querer llegar a desaparecer por completo esa mañana.
Aitor a un lado y yo al otro, comenzamos a charlar con aquel hombrecillo. Tras las típicas preguntas de siempre que normalmente llevan hasta el mismo orden de aparición, nuestro amigo nos dijo que él era un hombre pobre, con un gesto de melancólica aceptación.
-¿Pobre?- le dijo Aitor- ¿estás seguro?.
-Si- contestó.
-Vamos a ver amigo- le dije yo desde el otro lado- ¿tienes casa?.
-Si- afirmó mientras le daba a los pedales.
-¿Y esposa?, ¿estás casado?- le preguntó Aitor desde el otro lado haciéndole girar la cabeza.
-¡Por supuesto!.
-¿Y hijos, tienes hijos?- era mi turno.
-Tengo dos, un chico y una chica.- dijo con un claro todo de orgullo.
-Y tus hijos…. ¿van a la escuela?- le volví a preguntar buscando que respondiera lo que era obvio pues en India, hay escuelas públicas por todas partes.
-Si, en nuestra aldea tenemos una escuela.
-¡Que bien!…¡Ah! y además tienes una bonita bicicleta- dijo Aitor apuntando a ella- y por lo que parece funciona a la perfección.
El asintió con la cabeza y sonrió.
El gesto, la mirada e incluso la postura de aquel hombre iban cambiando, transformándose con cada pregunta su cuerpo iba delicadamente estirándose hacia arriba, creciendo literalmente, la barbilla se elevaba y los hombros giraban hacia atrás, dándole un aire totalmente diferente, incluso comenzó a agarrar el manillar con más fuerza, con más brío. Aparentemente todo esto sucedía sin que él mismo fuera consciente de ello pero para nosotros, era realmente asombroso y nos animaba a seguir.
-Y parece, amigo, que tu salud es buena ¿cuántos años tienes si se puede saber?.
-Por supuesto, no hay problema, tengo 43 años.
-Asi que, aún te quedan muchos años por vivir- dijo Aitor en un todo de felicitación- y para cambiar, transformar las cosas.
-Si, es cierto, aún me siento joven y con fuerzas.
-Nosotros, amigo- le dije yo desde el otro lado acercándome un poco más a él, justo a unos centímetros de su bici mientras seguíamos, todos avanzando- hemos visto en el mundo gente realmente pobre, gentes que no tenían que llevarse a la boca ni que dar de comer a sus hijos, hemos visto familias enteras que vivían bajo un plástico en plena ciudad, sin nada más que desesperación por pertenencia. Hemos visto personas que ancianas, muy debilitadas y solas, caminaban al borde de la carreter, buscando algo que comer, perdidos, solos y sin rumbo, sin nadie ni nada. Esos amigo, esos son pobres.
-¿Sabes lo que eres tú?- me cortó Aitor desde el otro lado con un tono brillante de excitación- tu eres un tío con suerte, ¡¡fíjate en todo lo que tienes!!.
Tras tan sólo unos pocos metros que seguimos avanzando en silencio, nuestro amigo nos señaló la derecha y dijo que era la dirección a su casa, nos invitó a acompañarle pero habíamos de seguir, ahí nos despedíamos. Con una linda sonrisa, con otro gesto, e incluso pedaleando con más confianza, lo vimos avanzar y desaparecer por el estrecho camino de tierra que lo dirigía a su casa.
Continuamos nosotros también camino, hacia delante como siempre, con una traviesa y pilla sonrisa asomando al rostro.