Empezaré por el final: estamos en Addis Ababa la capital de Ethiopia. Stephan nos encontró cuando, recién llegados andábamos preguntando a la gente por un hotel barato, lo cuál, nadie parecía entender; no sabemos si lo que fallaba era nuestra comunicación, o la idea en su cabeza de una pareja de europeos en un hotel barato que, en Ethiopia y hasta éste lugar, siempre ha equivalido a un puticlub. Así hemos venido durmiendo, de uno en otro, lo cuál para nosotros ha estado genial: son baratos y cada día sin excepción limpian las sábanas. Las pulgas se extienden por todo el país como la pólvora y hasta en los hoteles más caros seguro, que alguna se aloja.
Nuestro amigo, se acercó a nosotros nada más vernos parados con las bicis en la gasolinera cercana al centro pues, en otro tiempo él también recorrió el mundo en bici como nosotros ahora y recibendo la hospitalidad de otros aprendió a ofrecerla, a compartir, a no tener miedo. Así fue que nos invitó a su casa con una enorme sonrisa y muchas ganas; allí entramos como huéspedes, salimos como grandes amigos.
Las informaciones que teníamos de otros ciclistas sobre este país eran poco alentadoras. Todos nos contaban que habían sido apedreados, todos. Además, lo que decían sobre el contacto con la gente era bastante negativo pero todos añadían: “Es sólo ese país, en cuánto bajéis hacia el sur del continente, cambiará”.
Era curioso que todos tuvieran la misma opinión e incluso en los foros de cicloturistas encontrábamos más de lo mismo.
Tuvimos suerte y las famosas lluvias de piedras no cayerón sobre nosotros, tan sólo una piedra aquí, otra allá. Un día esperando en la cola de una bomba de agua, observamos a una madre que, por los gestos parecía mandar a su hija de 3 o 4 años a algún lugar; la niña no quería ir y se emperraba en quedarse y seguir divirtiéndose entre los enormes bidones amarillos, que junto a la fila de personas, se alineaban a la espera de que abrieran la valla para poder cargar agua. La madre no insistió demasiado, cuándo a la tercera vez la niña siguió en su negativa comenzó a tirarla piedras como si fuera una oveja empujada por el pastor; la niña cedía en su encabezonamiento y se alejaba, recibiendo otra pedrada más, cada vez que paraba a mirar de nuevo si había opción de que su madre cambiara de idea.
Tras aquel día comenzamos a ser conscientes de más situaciones en que unos a otros, en sus cosas del día a día, usaban el tirarse piedras como parte de sus “formas sociales”, de su comunicación y comenzamos nosotros también a usarlo para, por ejemplo, quitarnos de encima a los montones de niños que normalmente se amontonaban sobre nosotros cada vez que parábamos, cuando se empezaban a poner tontos e insoportables: tirándolos piedras. De otra forma se reían de tí y no hacían caso pero, era levantar una piedra y corrían como locos. El momento cómico llegó cuándo en un pueblo algo turístico un europeo nos vió hacerlo…. a juzgar por su cara su indignación fué tal que nunca en la vida nos lo podría perdonar.
Emmmm…..¿cómo explicárselo?…. mmm…..es una larga historia amigo; en fín, que le vamos a hacer, que piense lo que quiera.
Conocimos a John en Dessi, un pequeño pueblo antes de la capital, un americano que trabaja como voluntario en una ONG, y a través de él nos salieron más lugares dónde éramos bienvenidos por gente de su organización y que estaban en nuestro camino. El contacto con ellos nos ha dado una visión mas completa de lo que pasa y de cómo funcionan algunas cosas sobre la economía, política y ayuda externa que llega a éste país.
De lo que en un principio pensábamos encontrar en ese Africa que teníamos imaginada a la realidad…. nada que ver. Sorprendidos por lo que “nos venden”, lo que nos hacen creer sobre este mundo que está ahí fuera y lo que estábamos encontrando al recorrerlo, nos dábamos cuénta de que, aunque estemos llenos de conceptos, datos e ideas, realmente somos unos ignorantes de aúpa.
Hemos pedaleado las «altas tierras Ethiopes» que queman las piernas mientras refrescan los ojos….hemos puesto a prueba nuestra paciencia con las gentes que acá, en un 99% sacan su mano al vernos pasar pidiéndonos dinero:
-”Money money, give money” (dinero, dinero, dame dinero)- es el mantra que cruzándo éste país te acompaña de la mañana a la noche. Cada uno de los días.
Esto es algo, quizá lo único, que aún se nos atraganta; ese pedir contínuo, ese mentir por unas monedas, ese saber que el que te llama o sonríe tiene en su mente un dólar pero, es algo que hemos tenido que aceptar aunque no nos gustara y tomarlo como viene. Sin juzgarlo demasiado y dejarlo pasar.
Hemos cruzado muchos países en que te piden, te engañan incluso por ser blanco o europeo pues eso significa para ellos, que estás forrado pero, al extremo de éstas gentes nunca lo vimos.
Nos dijeron otros viajeros que en otros países africanos la cosa también en este sentido se suaviza, esto nos dá fuerzas para aguantar el chaparrón y seguir para delante con ganas.