La China mandarina.

 

De nuevo frío y nieve. Un par de puertos de montaña nos esperaban antes de la frontera con China y nos trajeron el sabor del agotamiento y la fatiga, de la extenuación incluso.

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Una vez en China descendimos hasta el desierto, éste enorme desierto que si os asomáis a un mapa seguro os sorprenderá por su tamaño. El Taklamakán, nos dejó con las ganas del saborcito que habíamos imaginado encontraríamos en él.

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La calima contínua típica de éstas fechas impedía que viésemos más allá de un kilómetro a la redonda, todo quedaba difuminado por el polvo levantado por los vientos que en esta época, vienen del Este y por lo tanto cada día, nos soplaban tan fuerte en la frente, de la mañana a la tarde, que a veces parecía podrían incluso borrar todos nuestros pensamientos.

Dándonos relevos enfrentábamos con paciencia el enorme desgaste extra que supone el viento en contra cuando llevas alforjas.
El hecho de que los chinos estén construyendo una autopista a un lado de la carretera, hacía que el paisaje que nos rodeaba estuviese continuamente lleno de camiones, apisonadoras, el polvo y la tierra que éstos levantan y poco más. Cientos de kilómetros en que curiosamente construían la carretera toda al mismo tiempo: cada 30-40 kms todo el tinglado montado, todos trabajando y tras otros 30, la misma escena. Nunca habíamos visto en ningún lugar hasta ahora, esta forma de trabajar: todo al tiempo.
-«¿Tu sabes la de gente y maquinaria que se necesita para construir así?, ni lo imaginas.»- me comentaba Aitor desde su bici- «pero estamos en china, si aquí sobra algo son esas dos cosas».
Por cientos de kilómetros hemos visto también como a un lado y a otro, la tierra, la arena o arcilla estaban revueltas, como cuándo comienzan a preparar tierra para construir un edificio. En los 1.600kms que hemos recorrido hasta Urumqui, han sido solo un par cientos (en los que cruzamos las montañas) en que no hemos visto la tierra removida por excavadoras.
En todos estos años de viaje ya cruzamos muchos otros desiertos y siempre encontramos en ellos esa magia, ese algo que casi se puede cortar pero que no se ve, esos atardeceres y amaneceres que cada día nos hacían agradecer estar ahí, estar vivos. Esta vez no hubo nada así, y a veces, nos llegamos a preguntar si no será eso lo que cargan los camiones que continuamente salen del interior del desierto…. ¿cargados de que?, ¿quizá de la magia?, ¿habrán encontrado la forma de arrancar a la tierra también el alma, la esencia?, ¿será tal vez que son ellos los se han llevado los colores rojizos del atardecer?.
Arcilla, polvo, arena y sudor que mezclados con la piel quemada por el sol de las alturas, nos convertían a los ojos de la gente en dos extraños salvajes cubiertos de polvo y suciedad. La mayor parte de la gente se acercaba a hablar, a preguntar, cuando paramos en los mercados de los pequeños pueblitos que no demasiado a menudo hemos ido encontrado.

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Seguimos aprendiendo geografía e historia como más nos gusta: sobre el terreno, transmitida por las gentes del lugar y éste, ha resultado ser realmente un interesante rincón del planeta. La provincia de Xinjiang parece que ha sido y es, uno de los más disputados puntos del mapa. Hace frontera con 8 países y en ella viven casi 50 diferentes etnias, y es que….. China no es una, ni está llena de chinos, sino que es un «arrejuntamiento» de diferentes grupos étnicos, zonas y países con culturas muy diferentes entre sí.
Esta zona esta poblada desde tiempos ancestrales por los Uighur, gentes que tienen sus raíces en los turcos. Su lenguaje nada tiene que ver con el Mandarín ni tampoco su escritura ni caligrafía, son musulmanes y desde hace muchos años la zona vive grandes tensiones entre ellos y los chinos «Han».

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Han sido muchas las luchas y los muertos que aún a día de hoy sigue habiendo en la zona pero…. la historia se repite de nuevo. Un lugar rico en petróleo y gas tomado por un país más grande y poderoso, que coloca sus tentáculos sobre la zona y se dedica a absorverla. La gente del lugar se revela ante el invasor que normalmente reprime y empiezan las luchas y tensiones…..
El control policial es bastante alto, incluso para los extranjeros que estamos sujetos también a bastantes normas y restricciones. Ha sido muy impresionante ver los grupos de militares apostados en la esquina del colegio cuando salen los niños, o paseando formados por las calles de la ciudad con los escudos y palos, también ver a los niños en el colegio haciendo gimnasia: formados igual que los militares realizando movimientos que recuerdan más al conejo de las pilas alcalinas que a una clase de gimnasia, mecanizados, todos la mismo tiempo.
En China todo habla o suena: las calculadoras, los coches cuando van marcha atrás, los semáforos, incluso nos contaba otro viajero que escuchó a un camión de la basura que mientras cargaba sonaban villancicos.
El desierto, el viaje y la vida nómada te hacen saborear cada día, cada momento la impermanencia. Un día no es igual a otro nunca ni aquí ni allí, para nadie en ningún lugar pero viviendo así esa impermanencia se manifiesta más clara; hoy duermes en un puente, mañana en la reseca arcilla, entre dunas o sobre un alto. Preparados para ver que trae cada día y como hacer con ello. Despiertos, dispuestos, flexibles para adaptarnos y con humor para afrontar las dificultades y los imprevistos que hacen su aparición, como su nombre indica, cuando uno menos lo espera.
Así sucedió en los últimos 200kms antes de llegar a Urumqui, dónde vinimos a extender nuestro visado. Tan sólo quedaba cruzar las montañas que hasta ese momento se habían elevado como un muro a nuestra izquierda; el mapa señalaba un paso de montaña de 2.300m y una carretera general. Hasta ahí todo bien.
Hicimos un alto en un pueblito a saborear unos deliciosos momo´s

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(bolas hechas con masa de harina de trigo rellena, que en unos enormes calderos especiales se cocinan al vapor) tras ello desapareció el asfalto y esa fue la primera sorpresa a la que a mí personalmente me costó hacerme. Desde ese punto la ruta fue un subir y subir constante, fueron 3 o 4 días que estuvimos subiendo ligero pero constante. Ya habíamos recorrido los kms que el mapa marcaba y la subida continuaba. Comenzaron a aparecer Yaks (las vacas de las tierras altas) y a hacer más frío.

La subida era dura por el terreno y el peso de las bicis, pero hay cosas que a veces te hacen olvidar la dureza. ¿Un ejemplo? tuvimos un momento mágico en el atardecer justo cuando decidíamos si acampar aquí o allá, rápido pues el sol casi se iba y el frío se había puesto mucho más serio de lo que esperábamos. En ese momento apareció en una ladera un hombre a caballo, galopando y agitando su látigo al aire, haciéndolo girar sobre su cabeza al tiempo que gritaba con todas sus fuerzas:
-«Jiiiiiiiiiiu, jiiiiiiiiiiiu, jiiiii iiiii»
a su paso todos los yaks del rebaño que estaba expandido en la pequeña llanura y la ladera, comenzaron a correr y a juntarse en un lateral. La imagen de aquel hombre de tez oscura y ojos achinados, cabalgando a toda velocidad, controlando el enorme y fuerte caballo como si fuera una extensión de si mismo; sus gritos y el sonido del látigo que resonaban sobre el profundo silencio de las alturas…. todo aquello mereció el desgaste y sufrimiento que habían supuesto llegar allí. Vivenciar ese momento, compartir con el unas palabras cuando mas tarde se acercó y nos ofreció su casa (que habíamos pasado más abajo) y su bonita y blanca sonrisa. Sintiéndonos enormemente afortunados y privilegiados vimos como se volvía a alejar al galope y descendía el barranco hacia el río rodeado de yaks.

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Aún hubieron de pasar un par de días para que llegáramos a coronar el paso montañoso que nos tenia esperando una verdadera sorpresa, el cartel marcaba no los 2000 y pico metros esperados sino ¡¡¡ 4280m !!!. Entonces comprendimos el frío y los yaks , la nevada de la noche anterior y el ligero dolor de cabeza y personalmente me liberé de la preocupación por el paso de los años que me había invadido el último par de días en que … no daba, el cuerpo no me respondía e iba descansando de curva en curva en la ascensión. Me llegué a preguntar si es que ya estaba algo vieja para esto y si iba a ser capaz o no de pasar la dura prueba que supondrá Mongolia. No eran los años, sino los metros de altitud los que pesaban y una vez comenzó la bajada todo fue viento en popa, asfalto, descenso, lugares en que avituallarnos y así…. llegamos a Urumqi. Ciudad enorme en que nos sentimos perdidos en un principio, tan chiquitos entre el montón de luces y carteles, de autos y de gentes, de cosas y movimiento.

Ya tenemos nuestro visado extendido para un mes más y por lo tanto, el tiempo necesario para, aventurándonos rumbo norte  visitar la zona de los montes «Altay» que se extienden a lo largo de la frontera con Rusia, así hacemos tiempo para que entre un poco más la primavera en estas tierras y las heladas, las nieves, y el frío se hayan retirado a otros lugares.