Fotos de Uzbequistan

Bazares repletos de gentes que van y vienen, las mujeres son las que hacen el negocio de las ventas, juntas casi amontonadas ofrecen sus productos al que pasa. En la foto una especie de queso de untar con fuerte sabor que llega incluso al ácido y que junto a las bolas de queso seco, la leche fresca y el kéfir son los lácteos por excelencia.

 

Bukhara, mítica Bukhara en la que el viajero llega después del desierto Turkmeno sediento de ver, de descanso, de otros, de sombra y por supuesto de agua. Ciudad de canales antiquísimos que con arte hicieron del desierto un bello lugar en que descansaban aquellos que con sus caravanas recorrían las rutas comerciales que cruzaban Asia. Así hicimos y entre enormes mezquitas y estrechos callejones recuperamos las fuerzas, las ganas y algunos kilos.

 

Pan (mujeres en las manos) y carne (al fondo en el chiringuito) es la dieta principal en toda Asia Central. Para nosotros vegetarianos queda el té y los frutos secos como acompañamiento al pan.

Vida gente y sonrisas, los Uzbecos son gente afable y fácil dispuestos siempre a compartir pero también a dejarte tu espacio; una maravillosa mezcla.

 

El algodón en Uzbequistán es la constante, campos y campos a ambos lados de la carretera. El país entero en época de recogida se echa a los campos a trabajar, estudiantes, mujeres, mayores…. amontonan poquito a poco enormes montañas de este curioso regalo de la naturaleza. Un dato curioso es que después lo venden a China para, más tarde comprarlo de vuelta convertido ya en coloridas telas y pañuelos, pues ésta industria aún aquí no ha sido desarrollada.

 

Y más Bukhara que junto a Samarkanda son las joyas del país.

Ambas recuerdan en sus construcciones a Irán y por segunda vez pudimos recorrerlas como más nos gusta: a la luz de la luna llena, cuando todos duermen.

 

Las primeras Yurtas comienzan a aparecen y nos hacen sentir el cambio que en esta zona del mundo uno puede experimentar…. del desierto del Medio Oriente a las tierras más altas del centro de Asia dónde la influencia mongola se deja ver no sólo en los rasgos de las gentes sino en la forma de vida. Nos acercamos a Kyrgyzstan país de nómadas y llanuras, de ganado y nieve de gentes más duras y rudas y en nuestro recorrer vamos encontrando signos de ello aquí y allá.

Pero….. antes hacemos un giro en el camino y nos dirigimos al sur para entrar en Tajikistan la perla que hace cuatro años no pudimos disfrutar y que ésta vez no queremos dejar pasar por alto. Tras ello…..ya sabéis, ahí publicamos en la anterior entrada como nuestro tranquilo recorrer se convirtió casi en un caos en que dejamos de sentir ser dueños de nuestro ahora, de nuestras decisiones y nuestro futuro.

Uzbequistan

Uzbequistán, un país que huele a gas, a gas y a pinchitos de carne. Tiene las almendras más ricas que nunca probé: son chiquitas y las rompes con la mano tan fácil como si de un cacahuete se tratara.

La mujer se ha de casar y tener hijos (parece que 4 es la fórmula perfecta: dos niños y dos niñas. Eso es lo que todos piden como deseo cuando les preguntas).

Un país en que el billete más grande es de 30 céntimos de euro … imaginaos como van aquí las carteras ¡¡a reventar!!. La gente lleva bolsos chiquitos en lugar de monederos para cargar cuatro duros y, sacar un fajote de billetes que a penas te cabe en la mano en plena calle, es lo más normal.

Un país de gentes simples y trabajadoras que ya a las 7 calientan los dedos preparándolos para coger ese algodón que se extiende en infinitas plantaciones por todos los rincones del país. Eternos campos salpicados por copos de nieve.

Ha sido una maravilla pedalear por tierras fértiles de nuevo, ver el agua y los árboles dando fruto al borde de la carretera. Abundancia.

Maravilloso ver las vacas de nuevo gorditas.

Seguimos en nuestra tónica de coger carreteras alternativas a las directas, a las que normalmente los demás ciclistas suelen coger, pues esta “ruta de la seda” es muy popular y parece que las vacaciones sobre ruedas se están poniendo de moda. No es que no queramos encontrar a otros sino que preferimos pasar por los lugares dónde no suelen ver turistas, allí la gente es más pura y no les mueve el interés sino la curiosidad. Gentes que gritan pidiendo un saludo de vuelta para saber simplemente que los vistes al pasar, que levantaste tu mano y ellos la suya, caras de niños que no pueden creer lo que estan viendo, gente que siempre da, aquí eso se repite diariamente, casi en cada encuentro, siempre te dan algo. Dar como constumbre. Durante todo los dias, todo el tiempo que hemos estado en éste país, hemos llevado un pan regalado (y sin haberlo pedido) en las alforjas.

Eso sí, estas carreteras secundarias en su mayor parte están echas a puñetazos y es que, echan el alquitrán a paladas en los agujeros, después arrancan y se van dejándolo ahí para que coches y camiones hagan el trabajo sucio: allanar y aplastar.

La mayor parte de automóviles funcionan aquí a gas metano y, cuando van a repostar sucede que, nadie puede estar montado en el coche por lo que todo el mundo se baja a un lado. El recargarlo lleva su tiempo (bastante más que el hacerlo con gasolina) por lo que, las estaciones de servicio suelen estar llenas de largas colas de coches en fila, y gente esperando, mirando, charlando. El repostar se convierte en un acto social, un interesante momento de encuentro.

La típica imagen que me queda de este país es la del Seat 124 con dos mujeres detrás ataviadas con sus típicos pañuelos de colores en la cabeza y dos hombres delante, éstos con su pequeño gorito tipo musulmán, negro con finos bordados blancos .

Avanzar por el mundo hace que una parte del ser se abra, observar, pasar, pasar…. gentes y árboles, montañas y momentos. Algo a través de ese contacto directo con el mundo cambiante se activa, es en ese movimiento en que reside para nosotros la alegría del vivir. El estar reciviendo constantemente algo nuevo mantiene el alma y la mente fresca, despiertas, sin permitirnos quedar adormilados en lo conocido; sin que la rutina endurezca las articulaciones de nuestros días.

Ésta vez hemos pedaleado bien poco, tan sólo unos 10 días del mes que en este país hemos pasado, el resto ha sido burocracia.

En Taskent, la capital, estuvimos acogidos en uno de los suburbios de la ciudad por una soltera luchadora que nos metió en la sala de estar de su pequeña y humilde casa convirtiéndonos en unos más de la familia por los 10 días que tuvimos que andar allá debido a los visados. Allí nos dimos cuenta de la desconfianza general que hay hacia el extranjero. Alguien les metió a todos la idea en la cabeza de que el forastero puede traer problemas, que es peligroso y por ello es bueno que haya vigilancia y control, grupos de policía en cada esquina, que a la entrada de cada estación del metro te abran las bolsas, te pidan documentación….. control y vigilancia contínuos aceptados por todos gracias a la excusa del peligro. El miedo y el recelo nublan la razón.

La visa de china nos costó madrugones, caminatas, esperas y un sin fín de papeles tan curiosos como el “certificado de ser ama de casa” (Aitor tuvo que escribir y firmar declarando que sí, que yo soy su mujer y trabajo en su casa). Finalmente tras conseguir ser aceptados y recibirla, descubrimos que venía con sorpresa, una limitación: entrar antes de ¡¡¡¡quince dias!!!!. Nos dejó sin palabras y con cara de tontos pues haciendo la “Pamir Higway”…. eso es totalmente imposible y el hacer esa carretera es el motivo por el que salimos de España en invierno y rumbo al Este, es casi el motivo por el que estamos aquí y no la vamos a dejar de lado así como así por lo que se puede decir que todos los esfuerzos y jaleos, dinero y esfuerzo…. no han valido para nada . ¿La de india? otro tanto, al recibirla descubrimos que aquí la dan para menos tiempo (solo 2 meses) y lo peor: que empieza a contar desde ya por lo que … tampoco llegamos.

Total: casi 200 Euros tirados a la basura, regalados.

Vivimos de una forma muy, muy, muy básica para estirar al máximo el dinero que tenemos, mirando cada céntimo como una auténtica fortuna y de repente, nos chulean así sin más el dinero con el que uno de nosotros pasa un mes entero.

Visas problematicas y dolores de cabeza de tanto pensar y dar vueltas, primero para conseguir todo lo que piden y después, para ver que hacemos con lo que nos han dado. Finalmente el único visado válido, el de Tajikistán, hacia donde nos vamos ya mismo y después, ya veremos.

Con esto tener tantos problemas y limitaciones a la hora de sacar los visados yo me he sentido así como un barquito de papel en el medio del mar llevado por la corriente, sin poder hacer por cuenta propia, ni decidir, tan solo aceptar lo que te permiten, no más.

Somos como dos lobos (me decía Aitor mientras volvíamos a pie de la embajada) que van caminando por el mundo avanzando, observando. Suben una montaña y encuentran un vallado, buscan entonces la forma de esquivar, aprenden a saltar, pero está sucediendo que cada vez hay mas vallas, más caminos prohibidos y cerrados, algunos vallados ahora son electrificados y los lobos ahí nada pueden hacer. Finalmente entre unos y otros quedamos acorralados, encerrados en una jaula.”

Así nos tememos que vamos a quedar los viajeros que vamos por el mundo sin billete de vuelta y todo cerrado de antemano. Parece que nos hemos convertido en una raza de gente extraña, diferente y por lo tanto peligrosos, pero… ¿para quién? y…. ¿porqué?.