Turkmenistan, una contrareloj.

                                       Mashad (Iran) – frontera de Uzbequistan

                                                                                   700kms para hacer en 7 días

Salimos de Mashad y en el primer día de este reto una sorpresa nos espera al mediodia: Mehdi (con quien hemos pedaleado todo este tiempo en Iran y que se quedó en Mashad) junto a una amiga, aparecen como por arte de magia cuando estábamos empezando a cocinar en el medio día. Traían de todo lo que a cada uno mas nos gusta comer ya cocinado y en un momento…. allí mismo nos montan un banquete; debajo de ese puente de la carretera donde habíamos parado, juntos compartimos como despedida una comida y después…. un sueño. Ahí donde quedó Mehdi comenzó nuestra aventura de nuevo en «solitario».

Ya desde ese primer día el viento soplaba tan fuerte en nuestra contra que en momentos nos parecía como si estuviera enfadado, como si gritase algo impacientado por sentir que nadie lo entendía, gritándo más y más fuerte llegando incluso a encolerizarse.

Durante los 7 días de pedaleo hemos sufrido una lucha constante contra este GranTitan que se empeñaba en impedirnos avanzar, el mismo que en otros momentos había sido nuestro aliado parecía ahora empeñado en boicotear nuestro intento.

Nos alineábamos para pedalear. Aitor delante, dando la cara como un pirata al viento, abriendo camino, luchando, encarándolo sin miedo en esta batalla constante. Tras él, yo me sentía resguardada por éste muro protector; mi tarea, rodar y rodar, mantener el ritmo ahí cobijada y seguir sin pensar demasiado pues, esa era nuestra misión: acumular kms. Rascar unos pocos cada día, unos pocos más. Hacer rodar las piernas sin parar y «echarle horas».

Sabíamos que en la tarde-noche nuestro enemigo se debilitaba, sus fuerzas parecían flaquear y era entonces nuestro momento. La mayor parte de los días aprovechámos la noche como si fueramos dos bandoleros que en la oscuridad, perpetraran su plan. Nuestra compañera la luna parecía apiadarse de nosotros y alumbraba nuestro camino cada día con más fuerza y así, avanzabamos todos los kms que en el medio del día no era posible debido al ardiente calor que nos azotaba. La sensación en esas horas en que el sol estaba en lo alto, era la de estar en un horno, en una sauna donde el aire ahoga y el respirar llegaba incluso a angustiar en momentos.

«En el desierto una oportunidad no se pierde»  repetiamos a menudo cuando al medio dia encontrabamos cualquier sombra. Daba igual la hora, si el sol ya estaba casi en lo alto, era el momento de parar.

Allí esperabamos a que el calor amainase y nos permitiera volver a «echarnos al ruedo». Esas horas se nos hacían eternas y debido al ferviente calor el dormir era una utopía. Aún no estabamos cansados es más, teníamos ganas de continuar pero lo único posible era aguantar el denso y seco calor que lo empapaba todo. Con suerte coincidimos en esas horas duras con algún pequeño cafe en el que repetiamos lo que llegó a convertirse casi en un ritual: llegar, buscar si hay algún chorro de aire acondicionado (el cuál normalmente era más un ventilador o un viejo aparato que tan solo refrescaba un par de grados el aire) sentarnos enfrente y pedir una botella de agua fría de la nevera ,la cual en un santiamén habíamos vaciado y ya estabamos listos para la sandia (si había) y después una o dos grandes teteras cargadas de té verde…. todo en un momento. La cantidad de líquido que se bebe cuando uno anda ya en el puro desierto es inimaginable. El aventurarse a salir de nuevo a la carretera cuando uno anda bajo una sombra es algo que hay que sacar a debate pues…. te la juegas. Las decisiones que se toman en un sitio tan extremo te pueden llevar a sufrir ,de verdad, en estos lugares no hay coña.

Tras ello continuar en la tarde y después con el resto de faenas pues, no es solo pedalear 105 kms de viento en contra en lo que este reto ha consistido, sino que hay mucho más: llegar en la noche al sitio alejado de la carretera en el que acampar, y…¿cómo?…por supuesto, empujando las bicis por la arena que parece querer quedarselas, hundirlas absorviéndolas para hacerlas desaparecer. Montar la tienda y cambiarse, sacar todo, comerte el cacho de pan (porque a eso de las diez ya no hay ganas de cocinar ni de nada) y entonces…….. descansarrrrrrrrrrr……………. Son las once y hay que levantarse a las 4 y media preparar el desayuno, recoger la tienda, lavar, empacar, empujar las bicis hasta la carretera y robarle así al día, al sol y al viento unos kms antes de que vuelvan a la carga.

Tras arrancar: un gran regalo. Como cada día para los que dirigien sus pasos y caminos al Este, uno tiene justo al frente el sol asomando en el horizonte. Aquí, rojo y limpio cada día nos encontraba ya sudados, sonriendo agradecidos por tal bella aparición.

Si, el despertar en el desierto es un regalo…..el silencio, los colores, las dunas al amanecer…. los atardeceres son de nuevo lo que hace olvidar el sufrimiento del día, el haber llegado a pasar los limites del esfuerzo. Ahora el alma queda recargada e incluso el físico.

Hasta el ultimo momento no hemos sabido cuantos kms quedaban . Al preguntar, uno nos dice que 20 y otro 120… ¡¡en un mismo lugar!!, increíble. Ya en los últimos kms un policia nos manda coger una carretera por la que mas que llegar a la frontera parecía que iba a salir alguien a pegarnos el palo. Mirando a los lados desconfiados y dándolo todo contra un viento huracanado……..

                                                                              ………¡¡¡ LLEGAMOS !!!……..

Frontera Turkmenistan – Uzbequistan, son las tres y pico del día siete, nos han sobrado 2 horas y media. Estamos reventados y achicharrados pero…..

                                                                     ¡¡¡¡¡¡¡ lo conseguimos señor@s !!!!!!!!

(a 4 kms de la frontera en los primeros árboles acampamos. Esto se acabó, a partir de ahora volvemos a ser libres de pedalear como, cuándo y cuanto queramos).

Fotos de Turkmenistan

A veces la noche se nos echa encima en lugares en que acampar se pone dificil y uno acaba en sitios…. como este: un control de policia a la entrada del ultimo pueblo fronterizo entre Iran y Turkmenistan.

 

7 dias desde Mashad para hacer de seguido 700kms con una constante: el viento en contra, de la mañana a la noche……constante. Y las carreteras, asi de lindas de tanto en tanto.

 

Pedaleando en el desierto, en verano se sufre. Se sufre de sed y de calor, el sol no perdona y hace daño. Encontrar un rio en pleno desierto, a medio dia fue uno de los momentos mas gratificantes y celebrados de toda esta dura contrareloj.

 

«Los desiertos son templos naturales» decía Facundo Cabral.                                                                                                                                             El amanecer y el atardecer son momentos tan mágicos en ellos que renuevan la energía, rejuvenecen el alma y lo hacen a un@ agradecer el estar viv@.

 

Los dias en Turkmenistan comenzaban antes que el sol saliera, con los primeros claros ya estábamos desayunando y para cuando el sol aparecía ya teníamos ambos la camiseta sudada hacía un rato. El sol a partir del mediodía no deja a nada ni nadie atreverse casi a respirar en el desierto Turkmeno y, mucho menos a moverse. El calor que sale de las dunas parece acortar la respiración y en esas horas bajo una sombra tan solo esperábamos al momento de volver a «echarnos al ruedo».

El cruzar Turkmenistan nos hizo darlo todo, 100%.                                                                                                                                                 No es tan solo pedalear hay que acampar fuera de la carretera (y para ello ya veis abajo) hay que cocinar, hay que mantener las bicis, y hay que pasar las dos fronteras con el tiempo que eso lleva.

Si llegamos mas tarde de la fecha… multa de mas de 100 euros por día a cada uno, juicio y….. todo es posible.

¡¡ Lo logramos !!                                                                                                                                                                                                                                        Incluso nos dió tiempo a tomar un tecito en un pequeño cafe antes de la frontera, eso sí tras pasar a Uzbequistan en 4kms acampamos com-ple-ta-men-te rotos pero con ese dulce sabor que pasar tus propios límites (sobre todo mentales) y continuar por esa desconocida senda que hay detrás de ellos te proporciona.