Sulawesi, «La travesia»

A Sulawesi llegamos por un solo motivo: realizar una travesía por la selva, pura, salvaje. Atravesarla por una estrecha senda por la que solo a pie, en moto de campo, o en bici se puede cruzar. Una zona de montañas remota, perdida en el centro de esta isla Indonesa.
Un par de cicloviajeros, Salva y Nico, de esos pocos que se meten por todos los terrenos, por los rincones más inhóspitos, de esos pocos que ya han recorrido muuuuucho mundo por las rutas más perdidas y remotas, son los que nos compartieron la información sobre esta travesía. Ambos ya hicieron otras selvas, también África, pero nos la seguían señalando como: “de lo más impresionante y, sí, duro pero único, inolvidable y puro”
Así… ¿a ver quién se puede resistir?.

Bajamos del barco con todo, todo, todo el material desgastadísimo, desde las alforjas que van recosidas y pegadas, a los componentes de las bicis, de los pantalones hasta las mismísimas bragas y calzones… todo muy viejo a punto de decir ¡¡ya basta, aquí me quedo!! .

Cruzábamos los dedos para no quedarnos tirados en medio de la travesía, seguramente para muchos sería una locura meterse en la selva así como nos metimos: la llanta trasera de Aitor iba rajada, las ruedas tan desgastadas que daban risa, y mis cambios saltando cuando querían (por lo viejos, por el uso) pero era o eso, o nada, o ahora, o nunca y… no lo pensamos demasiado (normalmente ese es el mejor truco).


En Makassar (la capital de la isla a la que llegamos en el barco) nos recibía Elvis en su casa, un amigo de otro amigo que nos había acogido en la isla de Java, el cual a su vez, era también amigo de otro que también nos acogió, así sucede en Indonesia de continuo, uno te pasa a otro y este a otro, y todos te abren las puertas de la casa y del corazón con una naturalidad y sencillez que enseñan. Dando y compartiendo todo.

Allí, en su casa dejamos las cosas que no íbamos a necesitar en la selva para rodar lo más ligeros posibles, sabíamos que iba a ser duro de verdad, que ahí dentro no habría bromas. Cuando el terreno es extremo, el ir ligero es calidad de vida, significa disfrutar más del sitio.
Todo sucedió como a contrareloj, el barco llegó en la noche y pudimos  cruzar la ciudad tranquilos, sin trafico ni calor, Elvis nos ayudó esa misma mañana a conseguir un bus que aceptara las bicis y que saliera esa misma tarde hacia el norte. Con los visados a punto de caducar, teníamos los días contados y solo había tiempo para hacer la travesía y salir rápido de la isla, así que teníamos que recorrer unos 600kms en bus de ida y luego de vuelta para llegar a tiempo a coger el avión y dejar Indonesia.
Llegábamos a Posso con el cuerpo reventado tras 20 horas de autobús. Un puñado de casas y unas cuantas tiendas donde comprar lo necesario, un enorme y precioso lago rodeado por montañas… ¿para que queremos más?.


Un poco de aceite a las bicis aquí… allá… un ligero repaso antes de empezar… todo preparado… y de repente oigo a Aitor blasfemando a lo lejos…

-¡! ** **** ** dios!! La **** *****. ¡¡ ** **** ** dios!!

El eje de su rueda delantera estaba ¡¡partido!!, y la tienda de bicis más cercana a 200kms atravesando las montañas.

-No te imaginas Laura, 6 horas de ida tía y 5 de vuelta y todo para llegar a la tienda sí, pero que vende ¡¡triciclos de plástico!!- comentaba Aitor según entraba por la puerta de la habitación del hostal donde yo esperaba, con cara de reventado y casi a media noche- ¡¡triciclos y juguetes!! una tienda de chiste, no lo podía creer cuando he llegado, pero bueno he conseguido esto, puede que valga…..estoy roto pero no me aguanto, voy a ver si vale ahora mismo.
Y valió, sí que valió, menos mal que valió.

Yo, os confieso que le tenía miedo a la travesía, sí, la temía en secreto, pero sabía que Aitor no se iría completo de indonesia sin haberla hecho, ama los retos, la dureza es algo que él convierte en motivación y por eso no me permití a mi misma alimentar ese sentimiento de “pereza-miedo-madre donde me estoy metiendo”.

No le dije a él nada, simplemente me dije a mi misma…
-Bien, morir no voy a morir, sufrir si, seguro que sí y seguramente bastante por lo que, solo hay que prepararse mentalmente para ello y ya está.


Arrancábamos en la mañana cogiendo la carreterilla que bordea el lago por su lado derecho, un asfalto viejo y roto nos daba la bienvenida. Por ella tan solo motos y muy de vez en cuando, una furgonetilla cargada de gente hasta las orejas.
Tras unos kms de bucólicas playitas escondidas entre la vegetación, pueblitos de cuento (que no pasan de ser una línea de casas al borde de la carretera), bellas vistas y tranquilidad, llegamos finalmente al cruce donde comenzaba la primera y seria ascensión, de órdago a la grande:
En 17 kms una ascensión de 1.500m.
Vamos sin mapa, sin gps ni cosas por el estilo, y esta vez además sin cuentakilómetros (el mío hace mucho pasó a mejor vida y el de Aitor tras las lluvias en las otras islas un día literalmente, se ahogó y no ha vuelto a reaccionar desde entonces).
Llevamos apuntados los nombres de 3 pueblos (Bomba, Gintu y Gimpu) y las ganas, el coraje y la motivación apunto, así comenzamos, ascendiendo desde el primer metro en una dura e interminable cuesta, repechos de quedar sin aliento, empujando a ratos (yo), sentir a veces como las piernas se debilitaban y no dan para terminar la cuesta, ver el final allá pero las piernas… no dan, bajarse y a empujar.

Aitor de nuevo me dejaba en un estado de entre sorpresa, incredulidad y admiración al verle subir los repechazos, siempre montado, dándolo todo, pero sin bajarse, a ritmo, incluso con tiempo para parar arriba y volver atrás de nuevo para echarme una mano a empujar la bici hasta que llegamos a la suya de nuevo. Algo para ver, yo, lo miro de reojo mientras el sudor me chorrea por el cuerpo, escurriendo literalmente al suelo por la punta de la nariz, por los codos, la barbilla….a chorros.

Una parada, respirar y todo cobra sentido de nuevo, la selva, la vida, la paz, ni rastro de gente o aldeas, ni tráfico, entonces te merece la pena el sufrimiento pues nos ha traído hasta aquí, y esto solo acaba de empezar.


y a seguir…. Aún hemos de recorrer bastantes kilómetros para llegar al principio de la travesía.
Una sorpresa, un regalo….¡¡el asfalto no se acaba!!, según nuestra info hace unos años esta carretera estaba reventada, era pista, con arena y piedras y a eso veníamos preparados pero, desde el cruce de abajo hace muchos kms ya, no ha parado el asfalto, sigue y sigue.
Mientras ascendemos y nos elevamos a fuerza de pedaladas, vamos entre risas dando las gracias a los que con su esfuerzo lo pusieron, al que tuvo la idea y al que la aceptó, al que puso el dinero…. tuvimos tiempo durante la larga subida de agradecerles a tod@s.

Montañas repletas de abundante vegetación, una fiesta para los sentidos y para el alma.


Dormimos una vez pasada la cima e iniciado ya el descenso en un claro que afortunadamente encontramos pues en la selva eso es difícil. Pasamos la noche aún en altitud, siempre, si podemos elegir en estas tierras de calor tropical dormimos arriba, es una forma de asegurarse una noche fresquita y sin humedad, lo cual, significa descanso.

Una noche en que la selva nos hizo un regalo inolvidable, luciérnagas pero… ¡¡tantas, tantas!! como nunca antes habíamos visto. Montones de ellas todo alrededor, amontonadas en ciertos árboles, flotando alrededor de la tienda de campaña ¡¡por todos lados!!, algo realmente inolvidable.

Al día siguiente pudimos disfrutar las vistas del valle de Bada, aún desde lo alto nos seguían regalando momentos de exaltación y de felicidad con tan solo mirarlas.

Abajo en una llanura 3 pequeños pueblos y plantaciones de arroz, el resto selva, montañas cubiertas en su totalidad por una selva abundante que no daba espacio a nada mas, ni un claro.
No nos pudimos resistir a hacer un día de descanso en un lugar tan especial por lo tranquilo, tampoco pudimos remediar el impulso de visitar al menos uno de los monolitos que pueblan esta zona como champiñones.


Salimos finalmente, aquí daba comienzo la parte más interesante del recorrido, finalmente era el día, el momento.
Un sendero estrecho de entre 40 a 70 cms aparecía ante nosotros, la selva se cerraba a nuestro alrededor a ambos lados, arriba también, 360º a la redonda, selva, vegetación, abundancia…. algo realmente excitante.

Comenzaba así un sube y baja, sube y baja, que no paro apenas en todos los kms del recorrido.
El sendero iba variando entre piedra, tierra, barro, charcos y riachuelillos que cruzar.

Aún estando en época seca no ha pasado un día en que no lloviera desde que llegamos a esta isla, las gentes nos cuentan que se debe al calentamiento global, que ya nadie sabe cuando lloverá y cuando no, que el tiempo está loco.
Para nosotros, las últimas lluvias significaban más dureza añadida.
Rodeados de tanta, tanta, tanta vida nos movíamos en una especie de éxtasis que de algún modo nos impulsaba…. árboles gigantes, trepaderas, palmeras rarísimas, flores y plantas de todo tipo que unas con otras, sobre otras, entrelazadas, mezcladas, inundaban todo a nuestro alrededor.
En esos momentos por duro que sea, no se piensa, se sigue, se sigue, se da todo y punto, no es momento de pensar, no hay espacio, solo se vive, se es, se sigue, se para, se descansa por un poco y se sigue y ¡¡se da todo!!.
Si te hiciste una herida empujando en la cuesta empedrada, si te caíste al intentar pasar el riachuelo o si te asusta el ver el barranco que tienes justo ahí, al borde del sendero, el cual de repente se redujo a 30cms y abajo el río….. no se piensa, en todo eso no se piensa, se sigue.
Si la bici pesa, o si el barro del charco en el que te acabas de hundir, te sale por entre los agujeros de las sandalias hacia fuera de tanto que te entró: no importa, sigues, avanzas, empujas y ves, y vives el momento atento a todo para no caer, para pasar el siguiente obstáculo como sea posible y después el siguiente.
Si no puedes pasar el rio porque es profundo, pues se quitan las alforjas y se cargan de varios viajes…. ¿y las bicis?…. ¡¡¡se cargan también!!! .

Avanzar es la clave, la palabra y la única directriz. Nada más importa en esos momentos, vas al límite. En esos momentos en que paras a respirar… miras….ves….la selva a todo tu alrededor, que suena, que grita, que ruge, ¡¡que vibra!!.
Giras en una curva y encuentras la siguiente cascada, el siguiente árbol que por lo descomunal, te hace parar, mirarlo un poco más de rato, saludarlo y presentar respetos ante tal descomunal belleza.
Recibes, recibes constantemente con tan solo estar, recibes de la experiencia en sí, del superar esta cuesta o pasar ese derrumbamiento de tierras que bloquea el camino…. recibes.


El no tener referencia alguna de kilómetros, el ser conscientes de la amenaza de la lluvia al ver el cielo casi negro (cuando raramente aparece entre las copas de los árboles) y el mal estado de la pista, nos hicieron decidir no  parar mas que lo mínimo, reducir las paradas y el tiempo parados, así nos aseguramos el llegar a la aldea, la cual, está a la mitad del recorrido total de esta pista.
Según sabíamos era el único sitio en que poder acampar, la abundancia y densidad de la selva que no abre un metro de espacio, el calor y los mosquitos hacían casi imposible el pasar la noche aquí en medio…. además llegando nos aseguramos también llegar al día siguiente al siguiente punto donde dormir, conseguir comida y poder seguir….. había que llegar si o si, así que no íbamos a parar a cocinar ni nada por el estilo, con galletas y panecillos nos fuimos arreglando.
Aunque hubo algo que nos hizo parar más de lo esperado y fue, el tener que cambiar las gomas de los frenos, pues debido a tanto barro y a las piedritas que entraban, nos desaparecían ¡¡a la velocidad de la luz!!. Nunca cambiamos tantas en tan poco tiempo, en dos días 7 pares, si ¡¡¡7 pares!!! .
Hubo un momento en que comenzamos a percibir señales de cambio en el sendero, en la selva, como os decía, al no llevar cuentakilómetros no teníamos ni idea de lo que quedaba y fueron esta vez nuestros sentidos los que nos avisaron de la cercanía del pueblo:
unos cuantos troncos cortados y amontonados a un lado del caminito nos indican que hay gente cerca, unos árboles de cacao y después de café entre la maleza también pues, son plantaciones, un estrecho sendero que sale a un lado, sembrado de huellas…..¡¡nos acercamos!!, llegábamos y respirábamos ambos soltando tensión pues el chaparrón que nos amenazaba con caer y liarnos una gorda, finalmente no nos había pillado.
Cayo más tarde, ya en la noche.


Tras una curva apareció en el sendero, un tío caminando descalzo, muy fuerte y delgado al mismo tiempo, de ligeros y armoniosos movimientos, de figura estilizada, con su enorme machete atado a la cintura, en la funda de madera típica de la zona:
-¡¡Jalan bagús!!! (buena carretera)- nos dice cuando pasamos a su lado al tiempo que se retira del estrecho sendero metiéndose entre las plantas para que pudiéramos pasar, nos señalaba al frente, una brillante y bella sonrisa contrastaba con su oscura piel.
Tras la siguiente curva y por los últimos 500m. una capa de cemento de unos 40cms de ancho, nos hacía sentir de repente como «Alicia en el país de las maravillas»… ¡¡Llegamos a Moa!!.
La curiosidad secretamente nos desbordaba de saber quiénes y cómo viven aquí…. ¡¡aquí!!… literalmente en medio de la selva (pues aún teníamos otro día igual por delante para salir de nuevo de lo más denso de ella).
Al llegar, en un segundo teníamos a un buen puñado de vecinos de la aldea agrupados a nuestro alrededor pero a distancia, observando pero tranquilos, sonrientes sin decir palabra. Ojos curiosos y bellas sonrisas.
Tras las primeras preguntas nos dirigieron a la casa del «Kepala Desa» (jefe del pueblo) el cual nos acogió sin apenas mediar palabras. Fue luego más tarde, ya una vez duchados que llegó su hijo el cual, chapurreaba algo de inglés y entre eso y el indoneso que hemos aprendido nosotros, tuvimos para disfrutar de un rato compartiendo ideas, sueños, conociéndonos un poquito mas, hasta que el cansancio del día pudo con nosotros.


Noche de pulgas y de picores.
Desayunamos pronto, muy pronto, nos preparamos y arrancamos ante la curiosa mirada de los de casa, de los vecinos y de alguno más que pasaba por allí.
El primer kilómetro de nuevo cemento, y gracias a él poder rodar y al tiempo observar el paisaje, viendo como los hombres a estas horas, salen a los campos de arroz que bordean el pueblo, o más allá, a la selva a hacer su día. Personajes peculiares éstos, de fuertes rostros y cuerpos, duros, en forma, finos y fuertes, elegantes, lindas y amplias sonrisas.
El día fue exactamente como el anterior, aunque éste, algo más largo en kms, además encontramos mucha, mucha más agua en forma de riachuelos, también un ancho río de corriente bien fuerte.

Uno de los derrumbamientos ésta vez fue duro de superar, de esos que quedan para siempre grabados, nos hizo sudar la gota gorda y jugarnos el pescuezo incluso, al cruzar cargando las alforjas y luego las bicis, caminando sobre un montón de troncos caídos llenos de barro, para llegar al único punto para cruzar había que descender una empinadísima pendiente a la que seguía un barranco.
Más dureza, más selva, mas deleite y sustos, más picaduras y descubrimientos, más belleza y dureza. Dureza y vida, pura vida, 360º a nuestro alrededor por cieeeentos de kms.
¡¡Qué regalo!! !! ¡¡qué gran regalo!!.


Acabamos el día exhaustos, rotos y plenos, todo a un tiempo.


Alegres y tristes, habíamos llegado si, pero eso significaba que aquello ya… quedaba atrás, se acabó. La experiencia había sido tan intensa que era como salir de un sueño.

Nos acogieron esa noche en una iglesia, también al día siguiente dormimos en otra. Los siguientes dos días fueron un ir saliendo de la selva poco a poco, a través de un valle de altas montañas.

Pueblos chiquitos y tranquilos, selva aún alrededor, hospitalidad y poco trafico para volver a la civilización.

Y así con esto acabamos con Indonesia.

Ésta fue la última y más sabrosa aventura en las islas, así decíamos adiós a estas bellas tierras en las que hemos sudado la gota gorda pero que finalmente, nos han dejado un dulcecito regusto en los labios y una suave huella en el corazón.

Una vez mas…. ¿que decir?, no cabe duda:

Terima Kasih!! (muchas gracias).