Irán

Estamos en Irán. Los dos primeros dias no dejaba de repetírselo a Aitor para así oirmelo decir y poder creerlo…. Irán. Al oir ese nombre lo que me viene a la mente es un desierto y un camello, lo que no podía imaginar es que a nuestro paso lo que más encontraríamos iba a ser gente. Un sin fín de maravillosos encuentros.

Iran…sonrisas y bigotes….después mujeres de negro y no entender ni una palabra, pieles bronceadas y más sonrisas.

Cansancio y desierto, en él, pueblos hechos de tierra, camuflados como camaleones en la sequedad de la arena.

En los autobuses mujeres atrás, hombres delante; «mulás» (sacerdotes) de grandes turbantes unos blancos otros negros, éstos últimos son descendientes directos del profeta Mohamed (o eso nos han contado).

Irán, mujeres tapadas por enormes y negros chadores (un trozo de tela de dos metros y medio por uno y medio, con el que han de cubrirse enteras. Por ley han de taparse brazos cabeza, cuello y llevar una camisola que tape hasta medio muslo pero el chador, en pueblos pequeños es obligado por el peso de la moral, de los ojos ajenos más que por la ley).

Hay una gran parte de la población que no acepta ni quiere esta dictadura religiosa que sufre el país, una dictadura sanginaria y muy dura. 30 años atrás les cayó encima como una losa que no los permite ser libres ni apenas respirar. Viven reprimidos y axfisiados por ese control religioso-político-policial que los acecha a cada momento.

La mayor parte de la gente que encontramos es gente culta, sobre todo las mujeres que en éste país pueden conducir, van a la universidad en mayor número incluso que los hombres, y de no ser por esa opresión que las limita, no habría apenas diferencia entre una de estas mujeres con una occidental. Por supuesto, como en el mundo entero, en los pequeños pueblos todas las mentes son más cerradas y tragan más lo que el gobierno les sirve en bandeja de plata para que coman, el mismo menú por cierto, que en el resto de países del mundo: mentiras.

Tras entrar en el país por el noreste nos decidimos a tomar dirección sur, estamos en la perfecta estación para cruzar el desierto y no quisimos perder la oportunidad.

Ha sido una experiencia maravillosa aún cuando ya veníamos saciados del desierto Turkmeno pero…. la mágia del «Kabir» no tiene comparación ninguna con nada que hayamos visto. Antiquísimos caravanserais solitarios, en los que paseando entre las ruinas pareciera oirse todavía el eco de las caravanas de camellos que cruzaban el desierto a pie. Un día a pie (es decir unos 40kms) separaban antiguamente a uno de otro; lugares en los que los comerciantes, los viajeros, peregrinos y demás, hacían noche, se encontraban, comían juntos y descansaban preparando el cuerpo para la siguiente y dura jornada.

El transitar estas tierras nos provocó a ambos una especie de melancolía de esas épocas, una especie de añoranza de algo desconocido pero que podíamos palpar caminando entre las ruinas que encontramos.

Así nos sentíamos, como antiguos viajeros al llegar a Tabas, un oasis en el desierto casi en su zona central. Allí descansamos por un día, nos refrescamos y pusimos todo apunto para continuar avanzando por los cientos de kilómetros que aún, nos separaban de Yazd, una pequeña ciudad, un pueblo grande que fué el mejor final de fiesta, la guinda a ese desierto que nos había brindado el honor de abrirnos sus puertas y permitirnos experimentar el recorrerlo como antiguamente se hacía: a paso lento.

En Irán finalmente hemos estado tres meses y hay mucho que contar, mucho que se queda en el tintero pero si algo hace destacar este país, es la hospitalidad de sus gentes. Impresionante realmente. Gracias a ello hemos tenido contactos, encuentros y amigos de contínuo.

El hecho de que gran parte de los jóvenes hable inglés nos ha facilitado el descubrir la bella historia y riqueza cultural que como imperio, el Persa, ha tenido desde tiempos inmemoriales.

La poesía, la comida y el país en sí mismo tienen una gran diversidad.

De Irán dicen sus gentes que es el pais de las 4 estaciones, pues sucede que las tienen todas al mismo tiempo. Del norte al sur, del este al oeste, no sólo varían del todo las gentes y costumbres sino el clima también.

En nuestro plan estaba subir en dirección Turquía para cruzar luego Siria y Jordania y por allí, descender al continente africano.

Tras 600kms pedaleados hacía el norte y saboreando ya el invierno y las primeras nevadas, recibimos una mala noticia: nos negaban el visado de Siria, sin más explicaciones simplemente, no. Así, ha quedado truncado nuestro sueño de recorrer esa esquinita del planeta por la que tanta curiosidad sentíamos.

Ha sido entonces que con el visado Iraní a punto de caducar, hemos tenido hacer un trozo en autobús, vuelta atrás por dónde habíamos venido hasta llegar al cruce que días atrás nos vió pasar, y que ahora sorprendido, nos veía bajar nuestras bicis del autobús y una vez todo en su sitio de nuevo, decirle adiós tomando rumbo a “Bandar a bas” el puerto más al sur del país desde el que en este inesperado cambio de planes, cruzaremos el Golfo Pérsico y nos adentraremos en tierras árabes.