Ha sido la primera que nos ha abandonado desde que empezamos el viaje: la llanta trasera de la bici de Aitor, es decir, ese aro metálico al que van enganchados los radios y que forma la rueda. Parece que estaba ya cansada de tanto girar y que después de aquella tormentosa pista de la selva Mayombe en el Congo, no volvió nunca a ser la misma. Aprovechando este descanso ha dimitido de su honorable puesto como «la que aguanta el mayor peso de toda la bici» y nos ha abandonado para siempre. Tenía la pobre el alma rajada, literalmente. Una raja de unos 10 cm., ante la que nada más podíamos hacer que despedirnos e ir a buscar una nueva lo más pronto posible pero…. ese «pronto» entre unas cosas y otras se convirtió en «más tarde» y como estábamos de descanso, decidimos que lo alargaríamos unos cuantos días más.
Lo que no podíamos imaginar ni por asomo es que, esa llanta y ese «pronto» convertido en «tarde», eran un regalo proveniente ni más, ni menos que de ¡¡los dioses del Olimpo!! Aún no sabemos si fue a través del blog o quizá del Facebook pero parece que se enteraron de lo del viaje y, conocedores como eran de la que se nos venía encima directamente desde Siberia, se apiadaron de nosotros.
Aún estamos sorprendidos y también agradecidos (les añadiremos a la lista «agradecimientos»)… con todo el trabajo que han de tener según están las cosas….. ¡¡Qué majos estos dioses!!
Así fue que hemos visto esta ola de frío desde el calorcito de un hogar, mientras bendecíamos a la llanta, al «más tarde» y a los del Olimpo y veíamos helarse fuentes, piscinas e incluso algún canal. En estos días, nos hemos llegado a plantear lo de santificar a Emi y Angelines las que nos ofrecieron este lugar sin tiempos, abiertamente y con todo el cariño, pero…. parece que es un proceso un tanto complicado y que habría que cambiar la ruta y bajar a Italia así que bueno, lo dejaremos para otro momento.
Así se ha ido alargando la estancia en estas tierras mientras cada día, curiosos, encendíamos la tele para ver el tiempo en tres cadenas mínimo con la secreta esperanza de que alguno dijera que esto se acababa ya.
Sucedió que, para cuando dijeron que la siberiana se había cansado y se marchaba, ya estábamos enfrascados en otra aún peor. Parece que la visita de ésta extranjera puso celosa a una muy de aquí, muy de la tierra: la Sra. Tramontana.
Impactante conocer a la susodicha dama que sopla tan, tan fuerte que hace imposible el caminar erguido. Cuando un@ baja a la calle, entonces comienza la lucha: te pega por un lado, luego por el otro y cuando tienes todo tu peso echado para hacerla resistencia… ¡zas! gira y como te descuides caes de bruces contra el suelo.
Como dice mi tía «es una señora sin las ideas claras (ahora pega de aquí, luego de allá y después de todos lados a la vez)» que, durante casi una semana ha estado día y noche haciendo de las suyas: arrancando carteles, asustando a las palmeras del paseo, ahora. eso sí, limpia es mil veces más¡que la siberiana, ésta te deja las calles y hasta el mismo cielo «como los chorros del oro».
Esta impresionante y poderosísima señora nos ha convencido de estar por aquí un poquito más y así,… a su merced estamos. Cuando se la pase el ataque de celos…..arrancamos.