Entramos en el país por la frontera situada justo a los pies del Kilimanjaro en su lado este. Las tierras que lo rodean parecen ser el paraiso, un verdadero vergel con abundancia de todo: agua, frutas, verduras y algo más, alegría y sonrisas. La gente salía a la carretera a darnos la bienvenida:
-¡¡Yambo mama!!- me gritaban pues, aquí solo por el hecho de ser mujer todo el mundo se dirige a tí como “mama” (acentuado en la primera “a”).
-¡¡Yambo, yambo!!
Tanzania podría ser “el país de los árboles”… ¡¡ y las cuestas !!. Baobabs enooooormes salpicando con su magnificencia el país entero, el cual esta poblado por árboles de todo tipo. No se trata de zonas frondosas tipo selva en la que la vista queda cerrada por la vegetación, son al contrario terrenos abiertos salpicados de árboles, como el cielo nocturno lo está de estrellas. Allá donde uno mire, en lo mas lejano y cercano….árboles salpicando el paisaje.
Por supuesto hay que saber que éste país en otras zonas está caracterizado por todo lo contrario; tierras secas y desérticas pero la ruta que elegimos trajo consigo este regalo inesperado, fertilidad en la tierra.
El hecho de que sus gentes sean tan amables y risueñas, tan alegres y repetuosas con el extraño, nos ha motivado para ponernos las pilas con el Swahili pues, al contrario que en Kenia, aquí pocos son los que hablan inglés. Éste idioma realmente, es uno de los más bellos que nunca oí, o más que bello divertido. Proviene de la mezcla de dialectos africanos con el árabe, y por lo que nos contaron, parece que surgió mucho tiempo atrás, en tiempos de caravanas de mercaderes y de escalvitud. Al oírlo suena dulce y melódico y ya aprendimos un poco, lo justo para comunicar lo más básico.
Hemos cogido la constante de los 100kms al día. Parece que en la noche, absorvemos de la tierra que nos sirve de colchón, algo de lo salvaje que acá lo impregna todo, y pedaleamos como fieras contra el viento que cada día tenemos en contra, y las fuertes cuestas de éste sube y baja contínuo que tenemos desde que entramos en el país.
Las comidas siguen siendo rutinarias y limitadas a arroz, tomate y cebolla, a veces si hay suerte encontramos col para hacer ensalada pero, para eso, hay que ser muy afortunado. En las ciudades cargamos varios kilos de lentejas naranjas que provienen de la India y nos aseguran junto al arroz, nuestro chute de proteinas. Los productos hindúes son fáciles de encontrar en los grandes pueblos que, aunque muy escasos, tienen bastante población hindú, que son los propietarios de tiendas y negocios. Cuándo llegamos a uno de ellos, lo primero que hacemos es buscar un supermercado, el más grande. Recuerdo en Morogoro, tras casi un mes de no ver más que pequeños mercados con muy poca variedad, entramos hambrientos al primer supermercado grande que vimos con un hindú sentado en la puerta. Tan sólo el ver ante nosotros la enorme cantidad de productos a los que de repente teníamos acceso….no hizo felices como un niño al llegar a la feria. Nunca olvidaré la cara de satisfacción y alegría de Aitor (reflejo de la mía propia) caminando entre galletas, latas, paquetes y cajas. Aquella abundancia nos sobrepasaba, estábamos desbordados por lo que en España sería un pequeño supermercado de barrio.
Tras hacer las compras y llenar de nuevo las alforjas, nos sentamos en el suelo, casi en la misma puerta y devoramos un enorme paquete de galletas de chocolate y tras ello, echo todo lo que había que hacer en la ciudad…. nos marchamos contentos de tener ante nosotros el parque nacional de Mikumi, y por lo tanto, la seguridad de encontrar multitud de animales salvajes.
En todo lo que hemos recorrido de éste continente, hemos encontrado que los parques nacionales son algo que no nos podemos permitir. Los precios son desorbitados, inalcanzables para nuestro bolsillo, y además, no está permitido ir en bici pues puedes acabar facilmente siendo la deliciosa cena de cualquier felino.
Descubrimos que los que son cruzados por carreteras generales, se pasa sin tener que pagar, y es por eso que decidimos coger ésta ruta, para cruzar el parque de Mikumi y así, saborear eso de ir pedaleando y encontrar por ejemplo, una jirafa cruzando la carretera tan tranquila o, que te mira al pasar, con su cabeza asomada entre las hojas más altas de un árbol al estilo “vecina cotilla”. Cebras montones de ellas, ñús, elefantes y un sin fín de animales por todas partes.
Ahora vamos hacia el oeste, con el sol del atardecer cada día ante nuestros ojos.
Son días de muchas horas de pedaleo pues tenemos una cita: el 8 de Julio en la capital de Malawi, nos encontraremos con la familia de Aitor, y hay que darle a las piernas para poder llegar a tiempo.
No es un sacrificio, está siendo un placer lo de echar más horas, pues estas tierras bellas y salvajes nos tienen encandilados, al igual que sus gentes y la inimaginable variedad de extraños y nuevos animales, que cada día descubrimos: enormes caracoles de conchas que parecen marinas, escarabajos de un intenso azul metálico, pequeños bichillos de colores fluorescentes, nada que ver con lo que nunca vimos.