Djibouti

África.
Aquí estamos.
Cruzamos en un barco de madera de esos que usan para transportar vacas a Yemen, como podéis imaginar si van llenos de ganado, vuelven llenos de …. si, mierda. Por todos lados menos en la zona que rodea la cabina del capitán la cuál quedaba en medio como zona neutra; a un lado hombres y al otro mujeres viajábamos sin vernos una veintena de personas que nos fuimos acoplando en el suelo según llegábamos. El ser extranjero y tener grata sonrisa abre puertas y permite cosas que para otros sería impensable como la escapada que nos hicimos al techo de la cabina justo al mediodía, era algo así como un encuentro prohibido que lo hacía aún más excitante. Allá arriba viendo la inmensidad del mar sentíamos ambos como un hervir interno compuesto de burbujas de excitación, impaciencia, sueños, alegría y algo de miedo también por lo exótico, romántico y misterioso de este gran continente al que nos dirigíamos.
Un joven muchacho de la tripulación (formada por 8 indúes incluido el capitán) subió a ver quién estaba arriba y al saber que éramos españoles nos hizo bajar con ellos a la cabina dónde pasamos el resto del viaje. Nos invitaron a té, arroz y a descansar en unas planchas acolchadas que bordeaban la sala de 4m por 4.
Llegamos en el amanecer y diré para explicarlo fácil que el barco «aparcó en tercera fila» por lo que tuvimos que saltar a otros dos barcos y cruzarlos para descender cargando todo poco a poco con las bicis por una estrecha y pequeña escalerilla totalmente vertical.
Aquí estamos.
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….me gusta contar que nos va bien, que disfrutamos, me gustaría escribiros un bucólico y romántico escrito sobre la belleza del continente Africano pero, ésta vez lo que os puedo contar son un sin fín de desdichas y jaleos pues no hemos tenido otra cosa desde que llegamos.
Djibuti resultó ser una ciudad carísima donde todos quieren tu dinero.
El contacto que teníamos y que nos iba a acoger en su casa nos falló y los hoteles a precios desorbitados no eran asequibles para nuestros bolsillos. Entonces fué cuando descubrimos que la hospitabilidad al igual que la ayuda aquí tienen un precio, todo tiene un alto precio para tí si tu piel es clara.
Acostumbrados como estamos a la hospitabilidad de los países musulmanes la entrada en el continente ha sido como saltar a una piscina de agua helada y caer de tripa.
La estancia en la ciudad fué rápida pero estuvo marcada por pequeños incidentes en los que fuimos descubriendo que la violencia aquí es algo común, es fácil que se enfaden y por cualquier cosa, comience la pelea.
Más tarde descubriríamos que la mayor parte de estas gentes son de origen Somalí; un país marcado por años contínuos de guerra, desolación y comprendimos el porqué de su naturaleza y forma de actuar.

El día en que comenzamos el pedaleo por tierras africanas nos tenía reservada una agria sorpresa, fué al poco de haber salido de la pequeña ciudad cuando cayó sobre nosotros una lluvia de piedras, ¡¡si!!, y sé que aunque os diga que eran muchas y grandes nunca os podríais imaginar el tamaño y la cantidad, realmente…. ¡¡¡ pa habernos matao !!!!. La cosa fué así: unos niños nos piden dinero al pasar, no les damos ni les hacemos caso y uno echa una piedra enfurecido, detrás de él de repente, empiezan a salir más y más niños tirando piedras sin parar, y tirando a dar, sin bromas. Mientras intentábamos escapar de allí un pedrolo enorme me alcanzó en el brazo y continué acelerando las piernas y agradeciendo que no habia sido en la cabeza. Salimos de allí como pudimos mientras veíamos atónitos, como las personas mayores del pueblo no hacían nada por evitarlo, simplemente miraban entretenidos el espectáculo. Unos kilómetros más adelante paramos aún sin dar crédito a lo que acababa de suceder.

La parada fué en un chiringuito de dos mujeres Ethíopes que, tras escuchar la historia nos sacaron comida y nos pidieron que nos quedásemos allí a dormir. Así hicimos, pues tras el apedreamiento y el shock de todo lo que nos había sucedido desde que desembarcamos… no teníamos ninguna gana de continuar.

En el chiringuito las mujeres nos decían que bueno, eso es África, somos blancos y todos piensan que somos ricos y esperan recibir algo de nosotros, es así. En ese momento nos empezamos a preguntar si realmente queríamos dar la vuelta a África pues con todo lo sucedido desde que llegamos empezábamos a dudar de si era o no un buen plan….quizá fuese mejor empezar a subir hacia el norte para meternos de nuevo en tierras musulmanas. Así pasamos la noche, preguntándonos pero este par de mujeres y su hospitalidad nos hicieron despedirnos con la moral alta y todo olvidado para seguir el pedaleo apostando aún por la buena gente, los buenos encuentros y pasar de página.

En los bordes de la carretera que cruza el país hay un sin fín de chiringos-bar de paja y madera, donde puedes comer y dormir cuándo en la noche echan las mesas a un lado y ahí mismo ponen las camas. Estos son los lugares dónde los montones de camioneros ethíopes que hacen esta ruta de contínuo transportando todo tipo de cosas, duermen y comen. Antes Ethiopía tenía puerto, pero al perderlo en las guerras comenzó a usar el de Djibuti para abastecerse. La gente de éste país odia a los camioneros Ethíopes (eso nos contaron) y fuimos testigos de alguna agresión en la carretera que nos puso los pelos de punta; los apedrean al pasar y hay muchos altercados (hay que recordar que también la religión se entremezcla pues los ethíopes son cristianos y los Somalíes y Djibutienses musulmanes, o eso dicen).

Djibuti es un país muy inseguro en el que no merece la pena jugarse el pescuezo al acampar y decidimos dormir en los chiringos, por seguridad. Pues amigos, ahí fué justo dónde por primera vez en el viaje, un listillo que pasó abrió una de las alforjas de las bicis que estaban tan sólo a unos metros de donde dormíamos y arrampló con todo (lo chistoso del asunto es que era un bolsillo externo (no debió tener mucho tiempo) donde guardaba el costurero, es decir, que el ladrón se llevo hilos, agujas, crochetes, belcros y un par de botes de medicinas naturales que traíamos de Irán….. ¡¡menudo botín!!)
El tío del hotel armó una de escándalo y nos dijo ante todos los clientes que no le pagasemos nada, que nos marchasemos, que estaba bien….nuestra sorpresa vino unos 50 km más adelante cuando estábamos comiendo en una sombrita y apareció de nuevo.

Se acercó y comenzó a pedirnos el dinero de la noche pero con un tono bastante violento, de nuevo, no podíamos creer lo que pasaba. El tipo ante nuestra negativa, llegó incluso a coger un palo y amenazarnos. Todo terminó en la policía, único modo en que nos lo pudimos quitar de encima.
Y tan solo llevabamos 2 dias….

¿Queréis más? porque…. ¡¡¡hay más!!!.
Parar en un pueblo buscando una fuente, o un grifo para cargar agua (pues el calor del medio día es intenso) y recibir una negativa. Nos querían cobrar el agua, un agua sucia que ni ellos mismos bebeían y les resultó sumamente divertido vernos marchar sedientos encarando de nuevo el desierto.

Con nuestras cabezas locas de debatir internamente que hacer, pues ante esa realidad no nos merecía la pena seguir adelante, entre tanto interés y malas intenciones, dónde la mentira, la violencia y todo parecía estar permitido.
Mientras nuestro sueño africano se caía resquebrajado partiéndose en mil pedazos……llegamos a la frontera.
En la embajada de Ethiopia en Yemen nos aseguraron que el visado lo daban allí mismo, en la línea fronteriza, al cruzar y que no necesitábamos mas que el pasaporte y pagar. Nada de eso…… los policías nos dijeron que eso no era así, y que teníamos que volver de nuevo a Djibuti a sacarnos el visado….
– ¡¡¡Noooooo!!!! cuándo ya estábamos fuera de este mald…. país, ¡¡¡nooooooo!!!! es imposible, ha de tratarse de una broma.
Pero no lo era, tras quejarnos, enfadarnos, tras cagarnos en todo lo posible, maldecir y gracias a ello, algo más relajados nos dedicamos a trazar el plan B.

Asi fué que tuvimos que dejar las bicis con la policía en la frontera y, después de hacer autostop por muuuuucho rato (en el que por supuesto nos querían sacar un montón de dinero todos) , encontramos un camión de un par de tíos bien majos que nos llevaron. Dormimos por supuesto, en el chiringuito de las mujeres que nos acojieron como en casa de nuevo, a 13 km de la ciudad.

La última sorpresa fué cuando llegamos a la embajada y la encontramos cerrada: día festivo.
Realmente ….todo….todo…. parece salir alrevés desde que cambiamos de continente y aún me guardo unas cuántas desdichas más en el bote por eso de no ser pesada.

Sabemos que la costa este africana esta totalmente trillada por el turismo y vemos que todo esta permitido a la hora de pillar unas monedas; sabemos que viajando en bici te lo comes todo, todo lo bueno y lo malo y que además, eres un blanco (nunca mejor dicho) perfecto y fácil.
Estos días casi nos volvemos locos con el debate interno de que hacer, y con lagrimas y todo….hemos dejado a un lado el plan inicial.

No tenemos ninguno ganas de aguantar (hablando en plata) tanta mierda. De andar desconfiando, de tener que estar pendiente todo el rato para que no te roben sin poder despistarte o mirar a otro lado, de andar a gritos y enfados cada dos por tres. No hay ganas de luchar, sino de disfrutar, para eso estamos viajando: para disfrutar.
Si bajamos hacia el sur del continente, tenemos unos 25000 km hasta dar la vuelta y… muchos países. Estamos sin ganas así que…..hemos decidido cambiar de ruta.

Ethiopia, Sudán, Egipto, Jordania, Siria, Turquia y entrar a europa del este subiendo lo mas arriba que podamos para despues bajar a España.
Bueno eso en principio pues, como siempre, un plan se hace para echarse a andar, después todo puede pasar.

La verdad es que nos hemos llevado un chasco enorme y nos ha costado mucho ceder a nuestro sueño y cambiar. Los dos veníamos muy entusiasmados y con muchas ganas pero …. se nos han evaporado ante lo que hemos encontrado,
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